Parte XVI

Aunque las cosas entre ellos no marchaban tan bien como parecía en mi mundo onírico. Monique, cada vez más disgustada porque su novio pasaba más tiempo conmigo que con ella, comenzó a reprochárselo sin ningún tapujo, tal y como pude comprobar un día cuando fui a su casa. Cuando me abrieron la puerta, Alan me saludó con una mano al mismo tiempo que andaba escuchando música en sus auriculares a bastante volumen. Luego adiviné que pretendía no oír los gritos de Monique, la cual estaba histérica, recriminándole a Chris que estaba demasiado unido a mí. Como cualquier mortal, fue escuchar mi nombre y no pude evitar seguir la discusión. Chris Y Monique se enzarzaron en una riña donde ella vociferaba una sarta de culpas hacia Chris a la vez que él se excusaba con múltiples alegaciones siempre a mi favor. Monique le rebatía todo el tiempo hasta que se cansó y salió por la puerta antes de que pudiera notar mi presencia.

Yo me quedé en el sillón, acurrucada como quien espera un chaparrón, sintiéndome verdaderamente mal por todo el daño que les estaba causando, tanto a Chris como a Monique. Sobre todo me dolía el haber dañado a Chris, aunque el daño era por las palabras de Monique, era por culpa mía, me sentía como una bazofia. Chris, cabizbajo y apenado, vino al salón y enarcó las cejas cuando me vio allí junto a Alan. Pudo saber por mi expresión que había escuchado todo y sin saber muy bien qué decir, intentó disculparse con torpeza. Yo me levanté de mi sillón, negándole con la cabeza, asegurando que toda y absolutamente toda la culpa era mía, pues comprendía toda la verdad que contenían las palabras de Monique. Supe entonces que no me gustaba verlo así, y que si verdaderamente le quería, que si yo sólo querría verle feliz, tenía que hacer lo correcto y quitarme de en medio.

Así que cuando estuve delante de él, le sonreí sin decirle nada, mirándole como si fuese la última vez, y él también me miraba, intentando prever qué me proponía. Sin pensarlo mucho más, me abracé durante unos minutos a él, con los ojos cerrados, para poder recordar mejor ese momento. Llevaba su camiseta roja favorita, con ese perfume tan característico suyo que me volvía loca. Él me acarició el pelo, haciéndome más dura la despedida, y comentando que no tenía nada que preocuparme, que la culpa no era mía, que tan sólo era Monique que andaba un poco estresada. Sin levantar la cabeza le dije que se equivocaba, y que sería mejor si nos dejáramos de ver. Él me dijo que no me comportara tan melodramáticamente como lo había hecho Monique con su salida triunfal con portazo incluido. Me aparté de él y reí ante su tono sarcástico. Pero cuando vio mi rostro de nuevo, supo que yo no estaba bromeando.

Chris me clavó una mirada dubitativa durante unos instantes, para luego dirigirla a Alan, sentado aún en el sofá a mis espaldas, y aún así, yo había notado cómo a veces observaba nuestra escena. Si dejaba de ver a Chris, también dejaba de ver a Alan, no sabía muy bien qué me producía más pena. Me giré y levanté la mano hacia él en modo de despedida cordial, no podía aguantar igual de serena mucho más tiempo allí. Ser parte de aquel maravilloso grupo de amigos era demasiado pedir. Antes o después tendría que llegar el desencantamiento. Y en ese momento creía que ya había llegado.

Estaba sentada en la cama con la espalda apoyada en el cabezal cuando sonó el móvil de Bree para despertarla. Yo, sorprendida de cómo los primeros rayos de luz de la mañana se filtraban a través de los espacios que quedaban entre las cortinas, me enjugué rápidamente las lágrimas y me apresuré a encerrarme en el baño para tomar una ducha relajante. Cuando el agua estuvo tibia, me situé debajo del chorro, con los ojos cerrados y las manos apoyadas en la pared que tenía enfrente, concentrada en intentar que todos los recuerdos y todo el dolor desparecieran por el desagüe. No me percataba de los minutos que llevaba en esa posición hasta que Bree empezó a aporrear la puerta diciendo que necesitaba entrar. Abrí los ojos, miré mis manos arrugadas como las de una anciana, preguntándome cuánto tiempo había pasado, me enrosqué en una toalla, y salí a toda prisa. ¿Qué me sucedía? ¿Dónde estaban las últimas horas? Me sentía bastante confusa y aturdida, era como si un minuto fuera una milésima de segundo.



Se admiten ideas para ponerle nombre a la protagonista :)

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