Parte XV

Luchar. Es lo más preciado que me había enseñado, y yo lo había rechazado cuando salté por aquel acantilado, me había rendido, le había defraudado. De pronto sentí tanta angustia que noté que me faltaba el aire, y me aferré a la barandilla del ascensor, viendo en los espejos que la chica del reflejo se ponía blanca por momentos. Bree, que estaba delante mía, se dio cuenta nada más salir del ascensor, giró para sacar la maleta y cuando vi mi rostro, rápidamente la soltó para asirme de los brazos por miedo a que me desmayara. Con los ojos llenos de preocupación y temor, me preguntó qué me sucedía. Yo me enderecé mostrándole que podía tenerme en pie por mí misma y le dije que no pasaba nada, a la vez que caminaba recto hacia el pasillo en busca de la habitación. Ella me seguía a medio metro por detrás, aún alerta, al más mínimo signo de desvanecimiento que tuviera, estaba segura que saltaría a por mí.

Pero yo no podía borrar esos ojos aguamarina de mi mente, y tropezaba con cada mínima arruga que mis pies encontraran en la moqueta. Pero no podía derrumbarme en mitad de aquel pasillo, allí en medio no. Con cierta dificultad fingiendo estar bien, anduve por el corredor, giramos a la izquierda, y seguimos andando. La moqueta tenía el mismo color que la camiseta favorita de Chris, la misma que vestía aquella noche de acampada. Comprobé el número de habitación, y descubrí que estaba al fondo del pasillo. Torpemente intenté introducir la llave magnética en la cerradura, pero no conseguí acertar a causa de las lágrimas que amenazaban con surgir.

Sin levantar la vista del suelo, dejé que se encargara Bree de abrir. Lo hizo sin ninguna dificultad. Entró primero arrastrando tras de sí mi pesado equipaje, lo apoyó en una pared y se sentó en el borde de una de las camas. Cerré la puerta tras de mí, aún con la cabeza agachada para que Bree no se percatara de mi rostro. Me iba a meter en el aseo cuando Bree se puso en pie y se acercó a mí. La miré de soslayo y entonces ella me abrazó tiernamente. No pude reprimirme más y rompí a llorar apenas emitiendo pequeños gemidos intentando no ahogarme. Ella no cesaba de susurrarme que todo iba a salir bien. Cuando me tranquilicé un poco, Bree me aconsejó lavarme la cara antes de que bajásemos a cenar. Me quejé, no tenía ningún apetito, pero no pude hacer nada, Bree me arrastró hasta el restaurante de la primera planta con la misma facilidad con la que había llevado la maleta.

Aquella noche no dormí bien, no podía quitarme a Chris de la cabeza. Cuando ya creía que lo había superado, orgullosa de mí misma por la rapidez con lo que lo había hecho (esa rapidez quizás en parte debida al momento en el acantilado), cuando ya creía encontrarme recuperada, su imagen volvía a aparecer en mi mente con la misma claridad con la que había imaginado durante el último año. Siempre estaba dentro de mi cabeza, tan presente como si lo tuviera delante, sin poder borrarlo, lo recordaba igual que la primera vez, con esa sonrisa tan cálida y sincera, y unos ojos claros que me aceleraban el pulso cada vez que me miraban.

Los primeros meses que estuvimos tan unidos, para descontento de Monique quien, si ya de por sí no le simpatizaba al haberme unido a su “círculo” siendo una cría, ahora me soportaba menos, fueron meses duros por una parte, con la pérdida de Sheryl aún reciente. Pero por otra parte, estar con él poco a poco se convirtió en una costumbre que me mantenía ocupada y alegre. Y entonces fue cuando le empecé a mirar con otros ojos, encontrándome a veces embelesada simplemente viéndole cocinar. En esos momentos me frenaba a mí misma, preguntándome por qué me pasaba aquello, hasta que comprendí lo que no quería aceptar. No podía aceptarlo, aquello era imposible, ¿qué pensaría Bree? Una cosa era integrarme en su grupo de amigos, otra muy distinta es que mis sentimientos alteraran la armonía que había entre ellos, siendo yo la hermana de Bree y Chris uno de sus mejores amigos.

Tuve muy claro desde el principio que nadie debía saber mis sentimientos hacia Chris, y me propuse olvidarle con todo mi empeño, pero no pude, sentía como si la fuerza de un imán me mantuviera unida a él, ya no sólo físicamente, sino que me empezó a gustar el tener los mismos pensamientos, tan sólo mirándome sabía lo que pasaba por mi mente, cualquier cosa menos que yo le quería, de eso ya me preocupaba yo de ocultarlo bajo llave. Nos reíamos con los mismos chistes y a veces incluso terminábamos la frase que empezaba el otro. Creo que fue mi imaginación enamoradiza lo que provocó figurarme que entre nosotros había un vínculo invisible que sobrepasaba lo natural. Algunas personas lo llaman ser “almas gemelas”. Pero yo no creía que ese cuento de hadas me pasara a mí, eso sólo le ocurría a las chicas con una belleza impresionante, a las chicas como Monique. Por eso entendía que su pareja fuera Chris. Un chico tan encantador como él tan sólo se merecía como mínimo una chica bien parecida como ella. Todo el mundo envidiaba, yo sobretodo, la buena pareja que hacían y lo felices que se les veía juntos.

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