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Partitura

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Las paredes retumban con cada embestida para tirar la puerta abajo. El ruido de la guerra inunda el dormitorio cuando abro la ventana. Miro la puerta de nuevo, el escritorio que la bloquea no aguantará mucho más. Con la llama del candil prendo la esquina de la partitura, la única prueba que queda de nuestro amor. Contemplo cómo se convierten en cenizas un sinfín de corcheas y silencios, los "te amo" detrás de cada redonda, los "te sacaré de allí" y otras tantas promesas detrás de semicorcheas que, como las cenizas, vuelan ya sobre la ciudad. No tardarán en alcanzarme, saben la verdad, saben que te protegí y que preferí ser otra traidora en vez de quedarme al lado de padre. Voy a morir y dios sabe qué más me harán, pero no importa, porque sé que cuando suene la melodía, volveré junto a ti.

Quédate

Tuya, en tus brazos, en tus besos. Fuera de convencionalismos, fuera de estereotipos. Tuya desde el primer momento que entraste en mi vida, tuya desde que me convertiste en parte de tu mundo. Bajo el árbol, sobre el césped, en nuestro jardín. Tuya en el cobijo de tu regazo, tuya en las caricias del alba. Bajo las sábanas, sobre ti, en tus manos. Tuya a pesar de los juegos con otros, tuya aunque diga que soy de ellos. Tuya en el brillo de la mano, en la risa de la niña. Tuya al anochecer cuando el frío encoge, tuya al despertar cuando la alarma suena. Ese preciso momento en el que se mezcla el sabor de tus besos y lo agridulce del nuevo día, aún puedo oírte pedirme: quédate conmigo, no despiertes.

OK

"A mí no me muerdas que yo no te he hecho nada". Lo escribió deprisa, como reacción imparable a la respuesta airada de su mejor amiga, por la que estaba preocupada. Estaba enfadada, y ahora se lo había contagiado. En su empeño de averiguar qué había pasado o si podía hacer algo, recibió esa respuesta que tan mal le sentó . Mientras que cuando se cambiaban las tornas, su amiga insistía sin piedad hasta sacarle una sonrisa involuntaria. Era la tonta que siempre acababa cediendo. Borró el mensaje y respiró hondo. No perdería la paciencia porque sabía que no lo decía con esa intención. "Me limitaré a ignorarte la próxima vez que te cabrees", tal cual lo escribió, lo leyó y le dio a suprimir. Demasiado radical. Y falso. No importaba qué pasara, ella seguiría ahí para ayudarla cuando lo necesitara, aunque sabía que nunca la necesitaría. Escribía el enfado, la impotencia, la rabia clavando cada tecla para aliviar en vano su inutilidad. Su amiga estaba enfadada, la pagaba