Capítulo II – Mariposa

“… Y ahora tiene una hoja en blanco…”


Cerró la bolsa y se sentó en la cama. Contempló por unos minutos la caótica habitación. La estantería cubierta de polvo, el largo escritorio de madera de pino, el destartalado armario, descompuesto por el paso del tiempo. Todo estaba en su sitio: los libros, los papeles, la lámpara que irradiaba una tenue luz roja, el grisáceo ordenador.

Sin embargo, las numerosas fotografías habían desaparecido, al igual que las libretas escritas y los discos musicales. Apenas quedaban unas iniciales grabadas a tinta azul sobre el viejo escritorio.

Cogió la bolsa, echó un último vistazo a su habitación y apagó la luz. Entre la oscuridad salió y se aseguró de que no había nadie en la casa. Salió del piso, bajó las escaleras y una luz lunática se reflejó en su rostro cuando pisó la calle.

Pensó en su habitación. No, no había dejado nada, nada que permitiese decir que había estado allí. No había dejado nada que afirmase su existencia en ese lugar.

En escasos minutos llegó a la estación de trenes. La estación estaba fantasmagórica, apenas habían cinco o seis personas sentadas en los bancos metálicos, y otras tantas paseando por el lugar. Miró su reloj. Llegaba puntual, era el tren el que se retrasaba. Se sentó en uno de esos asientos metálicos y esperó. Esperó durante veinte minutos, que parecieron una eternidad.

Finalmente el ferrocarril llegó, causando un gran estrépito. Esperó desde el asiento a que bajaran todos los pasajeros. Después, asió con fuerza la bolsa y subió al tren. Miró su billete. La plaza 32-A. Cuando la hubo encontrado, posó su pesada carga sobre la estantería, por encima del sillón. Se sentó y miró por la ventanilla. Al otro lado una madre, su hijo y la novia de éste se despedían. El muchacho subió al vagón y los ojos de la madre se humedecieron.

En un ágil gesto, cerró las cortinas. Dirigió la vista hacia su derecha. Un asiento vacío. Así sería mejor. Miró sobre su cabeza. Un falso techo de hierro se encontraba a pocos centímetros de su cráneo. De nuevo corrió las cortinas. Las dos mujeres habían desaparecido. El tren se puso en marcha y las figuras humanas poco a poco se iban confundiendo con el lugar.

Se llevó la mano a la boca y bostezó. Con lentitud sus ojos se cerraron. Y soñó.

Al despertarse, lo primero que vio fue n hermoso paisaje llano, que se perdía en el horizonte. Sin embargo, en lo alto, las nubes grisáceas amenazaban lluvia. No había rastro del Sol. A su lado, en el exterior, las flores y las hierbas, que nacían en las vías, se difuminaban con el marrón del campo.



(Free-talk: Segundo capítulo. Mariposa es un relato que hice aparte. Luego se me ocurrió la idea de entrelazarla con las otras dos chicas, para lo cual lo modifiqué levemente –cortar, pegar, esto lo pongo aquí, esto lo quito, esto lo añado, esto… ¿Esto qué pinta aquí?-. Para leer el relato original, tiene que ser en persona, lo siento, cosas del copyright).

Comentarios

No sé yo las veces q te he dicho lo mucho q me gusta como escribes...sabes como hacer para emocionarme, asustarme, hacerme sonreír...

Si hay algo q no "te permitiré" nunca, es no confiar en tí misma y en el talento q tienes. Ojalá q alguien más entendido q yo en estas cosas, vea lo q vales y te de la oportunidad q te mereces y q te valore tanto como yo, una simple lectora, lo hace.

TE quiero muchísimo!
El Mago Oskuro ha dicho que…
ஐ*εїзMê£i$§Âεїз*ஐ, Yo más XDDDD

Mi vida, a ver cuando nos ponemos, revisamos la historia completa y la escribimos juntos.

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