Capítulo I – Ruido
“… Tanto ruido y al final, la soledad…”
Entró en la habitación dejando tras de sí un sonoro portazo. Las paredes temblaron y la lámpara se movió. Sentía tanta rabia en su interior que la vista se le nublaba. Proporcionándole un puntapié a cada cosa que encontraba en el suelo, recorría en círculos invisibles el minúsculo espacio que le quedaba entre zapatos y prendas.
Entonces la imagen volvió a sucederse en su mente. El rostro de él apartándose bruscamente, el calor de la ira, los gritos. El mero recuerdo aumentaba su sentimiento. Vio la fotografía de ambos. En cuestión de segundo las agarró y la lanzó contra el suelo y la pisoteó.
Prometió venganza. Decidida, descolgó el teléfono y marcó el número escrito en una hoja. Había un nombre de varón y numerosos corazones dibujados alrededor. Dialogó con un chico y retornó a su habitación.
Andando sobre los cristales rotos y la fotografía, vaticinó que él se arrepentiría de lo que le había hecho.
Esa misma tarde se reunió con el muchacho. Cuando volvió a casa, alguien le avisó de que habían traído algo para ella, algo que aguardaba en la habitación.
Su corazón se paró cuando lo vio. Un enorme oso de peluche se encontraba sentado sobre su cama. Una tarjeta estaba sobre la mesita. “Lo siento. Lamento lo ocurrido, no lo hice con intención. Sólo quiero que me perdones. Te quiero y no deseo perderte. Hablémoslo.”.
Se sintió morir. Ella sabía que él era sincero. Se arrepintió de haber llevado a cabo su venganza. De todos modos, se encontraría con él aquella noche. Ambos tenían pensado contarse todo lo oculto, para bien o para mal de su relación.
Entró en la habitación dejando tras de sí un sonoro portazo. Las paredes temblaron y la lámpara se movió. Sentía tanta rabia en su interior que la vista se le nublaba. Proporcionándole un puntapié a cada cosa que encontraba en el suelo, recorría en círculos invisibles el minúsculo espacio que le quedaba entre zapatos y prendas.
Entonces la imagen volvió a sucederse en su mente. El rostro de él apartándose bruscamente, el calor de la ira, los gritos. El mero recuerdo aumentaba su sentimiento. Vio la fotografía de ambos. En cuestión de segundo las agarró y la lanzó contra el suelo y la pisoteó.
Prometió venganza. Decidida, descolgó el teléfono y marcó el número escrito en una hoja. Había un nombre de varón y numerosos corazones dibujados alrededor. Dialogó con un chico y retornó a su habitación.
Andando sobre los cristales rotos y la fotografía, vaticinó que él se arrepentiría de lo que le había hecho.
Esa misma tarde se reunió con el muchacho. Cuando volvió a casa, alguien le avisó de que habían traído algo para ella, algo que aguardaba en la habitación.
Su corazón se paró cuando lo vio. Un enorme oso de peluche se encontraba sentado sobre su cama. Una tarjeta estaba sobre la mesita. “Lo siento. Lamento lo ocurrido, no lo hice con intención. Sólo quiero que me perdones. Te quiero y no deseo perderte. Hablémoslo.”.
Se sintió morir. Ella sabía que él era sincero. Se arrepintió de haber llevado a cabo su venganza. De todos modos, se encontraría con él aquella noche. Ambos tenían pensado contarse todo lo oculto, para bien o para mal de su relación.
(Free-talk: Este es el primer capítulo de un relato que escribí hace... Muchos años. Un relato que entremezcla la historia, venturas y desventuras de tres chicas. He preferido dejarlo tal y como lo dejé antaño, porque si me pongo a corregir, acabaré reescribiéndolo todo, así que disculpen los errores. Gracias a Doris, que fue quien inspiró esta parte).
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