Un día menos en el calendario+Parte VII
Si supieras cómo te añoro,
cómo añoro cada parte de ti
que te hacen ser tú.
Cómo extraño tus caricias, tus besos,
el roce de tu piel al dormir,
tus abrazos, tus palabras,
poder acariciarte mientras sonríes,
el cálido tacto de tu mano en un paseo,
tu olor mientras me aferro a ti en el metro,
los pasos que anuncian tu llegada.
A veces no veo el fin de esta larga espera
y me abrazo a tu ausencia en forma de peluche,
desesperada por que la mañana llegue,
por que haya un día más que tachar en el calendario,
un día menos sin estar a tu lado.
Me giré sobre el colchón dándoles la espalda, supuse que ellos entenderían que no quería hablar del asunto. No me encontraba con demasiadas fuerzas, me sentía muy débil. Mi padre, ante mi negativa, prefirió salir de la habitación junto con mi madre, no si antes decirme que habían telefoneado a Bree, y ella, al saber la noticia, les anunció que cogería el primer vuelo y que llegaría mañana a primera hora. Si no podía enfrentarme a mis padres, ¿cómo iba a poder hacerlo con mi hermana? Seguramente ella, al oír la noticia, sabría por qué, pero no sería suficiente. Si de algo se caracteriza Bree es de luchar hasta conseguir lo que se propone, no importaba si se trataba de alcanzar una meta, ganar un premio o convencer y cambiar el punto de vista de una persona, siempre conseguía lo que se proponía, excepto una cosa. No consiguió evitarme el dolor. Ella me avisó, me predijo que la peor parada iba a ser yo, pero no hice caso, no quería hacerle caso, y ella no me dio explicaciones exactas y concretas pero me lo dejó entrever miles de veces, y yo, tonta de mí, nunca comprendí del todo a qué se refería con eso de “esto acabará muy mal”. No tenía ganas de que volviese con un “te lo dije” y que de nuevo me soltara el sermón sobre la diferencia entre cosas posibles e imposibles. Así ella lo había señalado desde el primer momento que lo supo, “imposible, una historia que no lleva a ningún sitio”. Y tenía razón, pero no lo entendí en aquel momento.
No obstante, de haberlo entendido, de haber sabido la verdad que todo el mundo me ocultó, no creo que hubiera cambiado nada. Bueno, sólo una cosa: jamás me hubiera separado ni un sólo instante de él. Las cosas funcionan así, siempre las personas dicen: Si lo hubiera sabido..., si pudiera echar marcha atrás... Pero desgraciadamente (o afortunadamente), el manejo del tiempo no está en nuestras manos. Y si no nos gusta el final de algo, no podemos cambiarlo. Pero podemos aprender de él. En mi caso aprendí que no importa el miedo, las opiniones del resto, la distancia, o las circunstancias cuando encuentras a una persona que en cuestión de días pone tu mundo del revés y cambia tu realidad, cambia tu mundo y te cambia a ti mismo, y te vuelves tan adicto a esa persona que no puedes olvidarle porque sólo eres feliz con esa persona. Nunca se sabe cuándo puede acabarse todo, no sabemos qué puede ocurrir el día de mañana, por eso no hay que dejar pasar las oportunidades. Ojalá se me hubiera ocurrido seguir ese consejo antes.
Entonces no le hubiera dejado marchar. Ellos tres sólo venían para estar una semana en casa y sabíamos que antes o después llegaría el momento de la despedida. Cuando le comentaba a Alan lo mucho que les iba a echar en falta, él me abrazaba tiernamente y me decía que cuando quisiera yo podía ir a visitarle, que siempre habría sitio en su casa para mí. Y lo mismo me ocurría con Monique y Chris. En sólo una semana me había convertido en una más de ellos, por extraño que parezca. He de reconocer que Bree tenía razón, eran como ella, abiertos de mente, sin prejuicios ni nada por el estilo. Con Alan congenié desde el primer día, nos complementábamos a la perfección siendo tan opuestos el uno del otro. Era alocado, inquieto, inmaduro para la edad que tenía, pero tenía un inmenso corazón, y aunque a veces le podía su mal genio, no era nada rencoroso.
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