Relato sin título (aún)

Ya séeeeeeee que el dentista ha tardado más de medio siglo en dejarme en paz, pero es lo que tiene, empiezas por una caries y acaban liándote con que si limpiezas, que si blanqueamientos, que si puentes, que si implantes, bla, bla, bla xD Nah, en realidad y básicamente es que no encuentro ni inspiración ni tiempo y para qué engañarnos, ni ganas, lo mío no es la multitarea en Internet.

Sin embargo, hay algo que ha vuelto porque sí, sn más, no sé, será que estoy leyendo libros nuevos, será que se avecina un nuevo cambio, o simplemente que estoy más deprimida y por eso vuelve la inspiración.

Me he propuesto algo, bueno, en realidad dos cosas (los tratos conmigo misma NUNCA implican que los vaya a cumplir sí o sí). Uno es retomar los blogs, tanto este, el spanish, como el inglés que tengo en MySpace (MySpace... *sigh*). Dos es, aprovechando la vuelta de mi inspiración, terminar, o al menos avanzar, porque aún queda para terminarlo, el último relato que llevo escribiendo hace... Ni me acuerdo, sinceramente.

Algunos quizás lo recordéis, otros os suene lejanamente (porque no os dio la gana leerlo en su momento xD), y otros ni me lo habréis oído mencionar. Como siempre que comparto mis relatos, no suelen ser definitivos, siempre hay algo que mejorar, y releyendo este, hay mucho que mejorar y corregir.... Entre otras cosas, y por petición popular en su día, tengo que meter más diálogo.

Esto es tan sólo el principio, aún quedan unos cuantos (muchos) párrafos más, escritos y por escribir. Puede resultar confuso en algunos momentos, pero todas las incógnitas se van despejando a lo largo del relato. Lo siento si aburre ;)




Inspiré hondo antes de mirar al vacío. Estaba dispuesta a acabar con todo, no podía asustarme mirar simplemente la altura. ¿O quizá sí? Tan sólo sé que conforme mis pasos se acercaban al límite, mi corazón palpitaba más deprisa, a un ritmo frenético que me ponía aún más nerviosa. Lo oía golpear dentro de mi oído como si de un martillo se tratase. Hasta que una ola irrumpió con violencia contra una roca, a unos cuantos metros por debajo de mis pies, produciendo un ruido ensordecedor que me hizo cerrar los ojos estremeciéndome. Y luego otra más, con más fuerza si cabía. Me estaba acercando e incluso podía asegurar que minúsculas gotas me estaban salpicando, aunque la parte racional de mi cerebro me decía que era técnicamente imposible. El oleaje no podía llegar a tal altura, por muy embravecido que estuviera el mar.

Pero, ¿cómo podía pararme a preguntarme ahora a partir de qué altura y a qué velocidad debía de ir el agua para salpicarme? Meneé la cabeza y la curiosidad desapareció. Sin pensarlo, miré hacia abajo, y como si acabase de abrir una ventana a mis pies, una corriente de aire me dio de pleno. Como unos doce metros más abajo, el oleaje se rompía bruscamente contra la roca grisácea. Por mucho que saltara, no llegaría al agua. La playa había desaparecido a lo largo de los años y tan sólo quedaban los pedruscos, enormes, puntiagudos, afilados, amenazantes. Iba a doler.

Dolor. No podía ser tan doloroso como este último año. Mi mente bloqueaba cualquier cosa que pudiera hacerme recordar cómo empezó todo, hacía ya... ¿Doce años? ¿Trece? ¿Tan deprisa pasaba el tiempo? No podía ser. Hice el cálculo de cabeza. Sí, hacía trece años que había empezado todo. Y doce años más tarde, todo había acabado. Hoy hacía un año que había acabado, al menos para mí. Para el resto del mundo mi vida acabaría hoy. Pero yo ya llevaba muerta un año. Entonces el vacío que se extendía frente a mí, se tornó de un verde brillante y resplandeciente, contrastando con un orificio negro en medio, y una gran caja de madera que descendía poco a poco por ese hueco. Ya no oía las olas, ni sentía el viento, me había transportado a otro lugar, pero ajena al mismo. Estaba rodeada de gente, pero no oía nada. Era como ver una película y ser partícipe al mismo tiempo. Pero yo no podía apartar la vista de cómo aquella madera brillante se iba confundiendo lentamente con la oscuridad del agujero. Entonces todo empezó a nublarse, y el hoyo, y la verdor, y las personas que me rodeaban se convirtieron en meras manchas borrosas y difuminadas como un cuadro al que le acaban de lanzar disolvente.

Cerré los ojos con fuerza y me enjugué las lágrimas. Cuando los volví a abrir, volvía a estar en el acantilado. Sabía que no acababa de tener una alucinación. Acababa de pasar lo que no quería que pasara: recordar. Sentía tanta rabia... Rabia por el dolor, rabia por cómo había sucedido todo, rabia por no poder soportarlo más y rendirme. Lo había intentado con todas mis fuerzas, pero desde aquel maldito día, mis fuerzas habían disminuido, e iban desapareciendo conforme iban transcurriendo los meses, hasta que comprendí y acepté que ya no quedaba nada por lo que luchar. Así que cogí el coche esa misma mañana y llegué hasta la costa. No recordaba cómo había llegado, no recordaba haber conducido por una carretera. Mis recuerdos simplemente saltaban de una imagen a otra, me veía coger las llaves del coche, y lo siguiente, el sonido de la tierra crujiendo con mis botas.

Comentarios

Raquel ha dicho que…
Cuando lo termines, le des los retoques oportunos, etc.... tienes que publicarlo sí o sí, aunque sea autopublicación mediante Lulu, ya lo sabes ;) Y de la portada no te preocupes, que ya pensaría yo algo xD así q ya sabes... a escribir xD
Muchos besos!!
Erynus D'Alecto Graeme ha dicho que…
Resulta paradojico que coja un coche para ir al acantilado desde donde tirarse.
Logabe ha dicho que…
¿Crees que debería explicar que el acantilado está a las afueras de la ciudad? ¿O más bien te refieres a la opción de que se tire directamente con el coche por el acantilado?
Erynus D'Alecto Graeme ha dicho que…
Me referia mas a que un coche se presta mejor a suicidios que un acantilado. Maxime cuando al parecer va avanzando por el hacia algún sitio en vez de tirarse simplemente.

Entradas populares de este blog

Quédate

¿Qué es para ti?

Persona(je)s