Escribir, escribir y escribir
Hoy he empezado un libro, "Rabia", del que sólo llevo 15 páginas y ya me ha capturado. Es un libro dirigido a adolescentes, pero como gran parte de los que tengo. ¿Y qué? Y no sólo combina la típica problemática de esa etapa, sino que también habla de música y de escribir relatos. De ahí lógicamente el por qué me ha enganchado tanto y tan rápido.
Pero por la página donde me he quedado leyendo hoy, donde la protagonista conoce a un escritor de renombre, me ha hecho pensar en el tiempo que llevo escribiendo "cosas", pero más en por qué empecé a hacerlo. Y no he encontrado una señal ni nada que provocara que de un día para otro se me encendiera la bombilla y empezara a escribir lo que se me pasaba por la cabeza.
Incluso puede ser que venga de antes, pues mi primer relato ha permanecido inerte en mi cabeza, pero lo recuerdo al completo sin variar una coma ni cambiar una frase. Nunca me ha dado por escribirlo, y no descarto hacerlo algún día. Es un relato tonto, infantil, pero es el relato más antiguo que conservo.
De igual forma recuerdo las horas empleadas en los famosos cuadernos Rubio de caligrafía, porque al parecer tenía una letra tan horrible que me recetaron los dichosos cuadernillos todos los días, más intensivamente en verano. Aburrimiento a más no poder, pero quizá mi nueva letra ya legible me gustó tanto que empecé a escribir por el simple hecho narcisista de verla.
Otra causa por la cual podría haber empezado a escribir, y que creo que comparte mucha gente, es usar la escritura como vía de escape. Escapar de la rutina, crear mundos y vidas paralelas, huir de un presente no deseado, que te disgusta y que te ahoga. Poder ver plasmado a través de sílabas y signos de puntuación tus sueños, tus anhelos, tus metas... Como si estuvieran más cerca de la realidad que de la imaginación de donde surgen.
Y de igual manera existe la escritura como catarsis, como medio para el desahogo. La rabia de la que habla la novela: se te acumula tanta que al final tiene que salir por un medio o por otro. Y la escritura es uno de los más sutiles. ¿Que te cae mal un profesor de clase? Pues escribes un relato de terror y se convierte en la primera víctima de la trama (je, je, je). Y quien dice rabia, dice desasosiego, tristeza, melancolía, enfado, impotencia... Tantos sentimientos de los que cuesta despegarse pero de los que nos sentimos redimidos una vez nos hemos librado de ellos.
Pero al fin y al cabo, ¿qué importa por qué? Nada. Pero la curiosidad me puede a menudo, y cuando mi memoria no encuentra con qué saciarla, más vueltas le doy. Recuerdo por qué dejé de escribir a los 18, recuerdo que, antes, esos diez años fue un no parar, cada día escribía algo, y continuaba lo que tenía empezado, y escribía teatro, poesía... Y luego de pronto lo dejé. Lo recuperé pasado un tiempo, y hasta hoy... Y, bueno, hoy es hoy. Nada volverá a ser lo mismo, pero sigo escribiendo lo que se me pasa en la cabeza, pero me falta ese empuje que tenía a los 12, esa motivación que me hacía robarle tiempo a otras cosas para aplicarlo en escribir, sin luego arrepentirme de ello. Y tenía que escribir sobre ello, porque lo echo en falta.
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Mi memoria ya no es lo que era.