Miércoles de Ceniza

Se conocieron cuando tenían 15, era un miércoles de ceniza y él se declaró con una rosa. Daniel era así de dulce y romántico. Elvira, infantil y fantasiosa, cayó en sus brazos sin dudarlo. Pensaron que los cuentos de hadas existían y los hicieron realidad. A los 20 decidieron vivir juntos, demasiado pronto decía la gente. Pero estaban enamorados, el resto ¿qué importaba? Primeros años, todo iba bien. Apenas se veían pero compartían breves momentos inolvidables, y cada miércoles Daniel le traía una rosa del jardín de la universidad.

Los estudios acabaron, empezó la ardua tarea de encontrar trabajo. Recorrieron juntos la ciudad, probando suerte en todos lados hasta que al final, primero Elvira y y luego Daniel, les tocó. Cada mañana se levantaban juntos, y a la noche uno esperaba al otro para cenar, acompañados por una rosa nueva cada mitad de semana.

Pero los años acarreaban arrugas, facturas, responsabilidades. Elvira no quería crecer y Daniel estaba demasiado ocupado cuadrando facturas sin pagar y buscando un segundo empleo a tiempo parcial. Elvira cenaba y se iba a la cama sola, pero dejaba cena preparada para cuando Daniel volviera. Daniel volvía sin ganas de comer y se sentaba en el sofá hasta bien entrada la madrugada.

Ya no coincidían ni en el tiempo ni el espacio, la casa se había convertido en un mero hotel donde asearse, preparar comidas, dormir si cabía. Las rosas pasadas yacían marchitas en un jarrón, y las futuras nunca lo serían.

Hasta que un día sus miradas se volvieron a cruzar, miradas desencantadas, tristes, vacías. No hizo falta decir nada, permanecieron en silencio mirándose mutuamente. Y entonces comprendieron.

Daniel cogió su chaqueta y salió por la puerta al mismo tiempo que Elvira se dejaba caer encima de la cama.



A los pocos minutos, Daniel volvió con una margarita:
- Hola, me llamo Daniel. ¿Puedo invitarte a cenar? - Ante lo que Elvira asintió con una sonrisa.

Comentarios

JAVIER ha dicho que…
MUY BUENO. FINAL INESPERADO. :-)

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