Alan y Bree


La pregunta quedó suspendida en el aire unos minutos. Alan, con hombros encogidos, miraba de reojo a su amiga Bree, esperando respuesta. No entendía por qué tardaba tanto en responder, pero el reloj apremiaba y necesitaba saberlo. Los labios de ella formaban una línea firme que apenas se curvaba en las comisuras. Los ojos, clavados en la nada, se volvieron hacia Alan cuando el silencio se rompió:

─¡Claro! No hay problema.

Con una amplia sonrisa, Alan le abrazó y se encerró en el baño. El escalofrío que recorrió la espalda de Bree aún duró un instante después de que se marchara. Un calor inundó los ojos de Bree quien se apresuró a preparar un té bien cargado. La despensa desprendía un olor entre dulzón y cítrico, algo amaderado también, que la transportaba a aquel mercadillo de Londres con una tetería escondida en la planta superior. Sin embargo, entre todos los botes de cristal, escogió un té traído especialmente de la India, de los más fuertes. Llenó el filtro al máximo y posó la tetera sobre el fuego.

Alan reapareció con el cabello húmedo y una toalla anudada a la cintura tarareando una melodía. Pasó por su lado para beber agua, y Bree reconoció el perfume, una colonia que usaba sólo para las ocasiones especiales. El azoramiento que le provocó aquel perfume y la imagen de Alan le hizo sonrojarse, pero él estaba despistado en su momento de victoria al saber que aquella noche tendría la casa para él solo y su nueva amiga.

El conocimiento de lo que la toalla ocultaba se entremezclaba con los recuerdos de aquella noche “que no se volverá a repetir” en palabras de Alan. Sin embargo eso no evitaba que Bree se mordiera el labio recreándose en la memoria. El pitido de la tetera la trajo de vuelta. Se sirvió el líquido humeante en una taza grande, con muy poca leche y aún menos azúcar, lo mezcló con la cucharilla y sin sacarla del tazón, comenzó a beber con cuidado.

Mientras se sentaba en la butaca de la cocina, Alan salió de la habitación vistiendo unos vaqueros ajustados y una camisa azul que iluminaba sus ojos verdes. La americana negra daba ese toque final entre formal y desenfadado. Bree le seguía con la mirada por encima del borde de la taza. Con un gesto de mano le indicó que se aproximara, e intentando no percibir el perfume, le alineó bien las solapas de la chaqueta y tensó la tela para disimular unas arrugas.


Cuando se alejó para comprobarse en el espejo de su dormitorio, a Bree se le escapó un suspiro entre sorbo y sorbo. La presión en el pecho comenzó a ser molesta, así que bajó de la banqueta y abandonó la taza a medio terminar. Antes de que Alan volviera a salir, cogió el bolso y la gabardina, se sacudió los pelos de Pepper de la falda de tubo y salió a la calle evitando la mirada enrojecida de su reflejo. Buscó con el móvil un hotel donde pasar la noche.

Comentarios

Erynus D'Alecto Graeme ha dicho que…
Que porculeras son las teteras en tus relatos, siempre interrumpiendo XD.
Lo único que veo sería poner el que fuera de las comillas (noche que "no se volvera a repetir"). Tambien al leerlo de primeras que la abrace y se encierre en el baño acto seguido descoloca un poco.
Logabe ha dicho que…
Ok a lo de la frase, lo otro es a propósito para dejarlo ambiguo, aunque luego se muestre que se mete a ducharse.
Anónimo ha dicho que…
No he entendido el final de la historia Logabe, se me hace un poco raro, pero está super bien redactado y el microrrelato tiene muy buena pinta.
Sigue así hermanita ����

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