Silent Night - Damien Rice


Las luces que colgaban de los edificios iluminaban más que las propias farolas. Me pregunté si a la gente que trabajara dentro de ellos les molestaría tanto como a mí. Y no sólo los edificios, la calle por la que estaba andando estaba coronada por una superpoblación de bolas blancas luminosas que no sabía muy bien qué significado tenían. ¿Bolas de nieve? ¿Lunas como la luna llena de aquella noche?Y las calles colindantes, pocas de ellas estaban sin adornos, lo cual las hacía más oscuras.

Y luego, la multitud. Una acera tan ancha y tan poco espacio. Con mi bufanda cubriéndome medio rostro, apretando el abrigo como si con ello pudiera evitar que el aire helado pudiera colarse por debajo de mi vestido, iba esquivando al resto de peatones y a sus bolsas. Algunos sonreían, cargados con bolsas en tonos azules y rojos y blancos, mientras hablaban por sus móviles sin importarles que iban golpeando a los que no íbamos como esa armadura de regalos envueltos. Otros, con cara supongo que como la mía, de malas pulgas, manos en los bolsillos, paso acelerado. También sacando los codos a modo de defensa.


Maldije el instante en que se me ocurrió volver a casa por Oxford Street. Crucé otra calle oscura y me tentó a desviarme del camino pero quería llegar lo más rápido posible. Quería dejar todo atrás y encerrarme, hacer del sofá mi bote salvavidas y dejar fuera toda esta hipocresía de Navidad. El sofá me esperaba, y Ricotta tumbada en él, hecha un ovillo. Cuando encendí la luz de la entrada, se estiró con su habitual parsimonia y bajó elegantemente para restregarse entre mis piernas. A continuación se fue hacia la puerta y, como si preguntara, volvió la cabeza con un maullido.

- No va a volver, olvídate de ella.

Decirlo en voz alta me dio cuenta de que era verdad. El aeropuerto, sus maletas, su mano agarrando la mía, yo apartándome con brusquedad. Jamás había odiado tanto a alguien. A alguien que había significado tanto.

- Vente conmigo.
- ¿Ahora me lo pides? ¿Ahora cuando he descubierto que te vas? ¿Cuando pensabas largarte sin darme una puta explicación?
- No es eso, pensaba decírtelo pero...

La frase sin acabar dio todas las explicaciones posibles. Huir era lo que se proponía. Horas antes había encontrado la nota en casa, eso a que habíamos llamado hogar durante el último año, nuestra casa, NUESTRA. "Lo siento, no puedo seguir aquí". Me había pillado tan de sorpresa que marqué su número pensando que sería otra de sus bromas pesadas. Pero el tono tan frío con el que me respondió. Sus frases cortas, llenas de espacios en blanco. Cogí un taxi y prometí una buena recompensa por la carrera. La encontré en la cola de facturación. Cuando empecé a gritarle, se ruborizó y nos apartamos de las personas que esperaban.

- ¿Esa es tu última palabra? - había pasado de suplicarme a que la acompañara a mantenerse distante. Con la preguntaba me estaba retando.
- Quiero una explicación.
- Ya lo sabes, Emily, no soporto esto.
- ¿El qué ? ¿La ciudad? ¿El trabajo? ¿La gata? ¿Nuestra relación? ¿A mí?

Ada miró hacia otro lado reteniendo un resoplido. Sus dedos tamborileaban sobre una de las maletas y sin mirarme, comprobó la hora.
- Tengo que irme, será mejor que te vayas a casa Emily. Ya está todo dicho.


Ricotta se había subido de nuevo al sofá cuando me derrumbé en él. Me miraba por encima de mi cabeza con las orejas de punta, soltando pequeños maullidos. Miré alrededor, todos los recuerdos de cada rincón me abrumaban. Las risas, las cenas con velas, los cumpleaños, las películas en ese mismo sofá. Los besos, los abrazos, la pasión. Cuando las lágrimas brotaron, Ricotta se acurrucó en mi regazo.

Y así pasé la primera noche sin Ada.


Reto propuesto por Silly Literature

Comentarios

Entradas populares de este blog

Quédate

Persona(je)s

¿Qué es para ti?