Blanquita
No quiero decirte adiós porque aún no me hago a la idea de estar sin ti. Llevo tres días aferrada al peluche que me recuerda a ti, con una oreja levantada y los ojos bien abiertos. Que supiera que esto acabaría así no le quita dolor y sigo viéndote en cada esquina del barrio paseando erguida con el rabo en alto, en el salón observando qué hago y a dónde voy en cada momento, en la cocina esperando tu comida, en la habitación frotándote bajo mis piernas mientras intento vestirme. Pero ya no estás y duele. Ya no hay juegos mientras esperamos el ascensor. Ya no hay ruidos de pienso saliéndose del cuenco. Ya no oigo tu respiración al irme a dormir, mi peor pesadilla de los últimos meses hecha realidad. Sé que tengo que dejarte marchar pero duele tantísimo que no sé cómo hacerlo. Desde verano hasta el mismo día 11 de abril has sido mi motor, mi motivo para levantarme de la cama, mi justificación para seguir luchando porque tenía que luchar por ti. Y me sigo preguntando si luché su