Plan de exterminio

Vuelvo a casa derrotado del trabajo, con la cabeza llena de quejas y de órdenes. Me va a estallar. Alzo la voz saludando a quien me espera como cada día, la única persona que me hace sentir bien, la que puede apaciguar las voces en mi cabeza, mi esposa María.

Cierro la puerta y echo la llave. A través del gran ventanal que decora la pared norte del salón veo tan sólo la oscuridad de la noche. Las cortinas no están echadas. "Estará regando las plantas", pienso para mis adentros. Me acerco a la cristalera, intentando habituar mi vista a la negrura exterior. Comienzo a distinguir los tiestos de barro cuando algo me sobresalta, una sombra que pasa veloz de un extremo a otro. Busco el interruptor de la luz, que enciendo al mismo tiempo que un gato negro se abalanza contra el cristal. Retrocedo un paso, el cristal amortigua el ataque, y cuando el gato se recompone, salta al balcón de al lado. "Puto gato de los cojones", gruño con mal genio. Lo que me faltaba para acabar el día, el maldito gato del vecino que no tiene mejor cosa que hacer que excavar en nuestras macetas. Atravieso el salón para entrar a la cocina y coger la escoba. "La próxima vez se come el palo de la escoba", murmuro mientras vuelvo a recoger el estropicio que ha armado en el balcón.

Le oigo bramar. Maldice a un gato. Si él supiera que el gato huye de mí, que sólo le está avisando de mi presencia... Pobre animal. El ser humano, la peor peste de todos los tiempos. Cada hecho, cada acción así lo demuestra. La raza humana debe llegar a su fin. Pero paciencia, todo a su tiempo. De momento empezamos por algo pequeño, algo insignificante, un hombre cualquiera no pondrá en alerta a la policía ni a nadie de lo que depara el futuro, el nuevo futuro donde el hombre nunca existió.

Aún así, es extraño cómo funciona el cerebro humano, la complejidad que lo caracteriza. Este desgraciado aún no echa en falta algo, algo que supone ser algo tan importante para él. Pobre humano tonto...

Recojo la tierra esparcida por las baldosas de la terraza y vuelvo a la cocina. De pronto, no recuerdo haber oído respuesta de María cuando entré. La llamo por su nombre y asomo la cabeza por el pasillo, esperando. Nada, sólo silencio. Dejo la escoba y me dirijo al baño. Vacío. El dormitorio, el despacho y el comedor también están vacíos. "¿Dónde estará?". Vuelvo al salón, marco su número de teléfono móvil. Espero hasta que los tonos terminan. Cuelgo y vuelvo a llamar. Empieza a preocuparme, ella no suele ignorar el móvil. De nuevo los mismos tonos que martillean mi impaciencia. Cuelgo. Pienso que lo mismo ha ido a casa de su madre. Pero ¿no me ha dejado ninguna nota? Algo inquieto, voy al office y enciendo el ordenador. Tengo mucho trabajo que hacer antes de mañana.

Mientras el ordenador arranca cojo de la nevera un tentempié para saciar el hambre hasta que llegue María y cenemos. Suele esperar mi llegada para decidir la cena, la preparamos, luego nos sentamos a ver la televisión y nos vamos a dormir. La rutina de cada día. A veces pienso que tenemos una vida algo aburrida, pero a mí me gusta tal y como es, y a ella parece que tampoco le desagrada pues nunca se ha quejado.
El ordenador por fin se enciende y muestra el escritorio donde miles de iconos ocultan nuestra foto de viaje de novios en Punta Cana. Abro el Excel a tiempo para recordar que el pen drive lo he olvidado en el salón, dentro de mi maletín.

Vuelvo junto al sofá, levanto el abrigo y el maletín no está. En vano lo busco por todo el salón, y en la cocina. La idea de habérmelo olvidado en el metro hace que me suden las manos. Todo lo que hay en ese maletín, toda la documentación privada de mi empresa... Me cortan el cuello, motivo de despido clarísimo. Se me acelera el corazón. Quizá lo haya llevado al office cuando encendí el ordenador. Vuelvo al cuarto, lo registro todo cada vez más histérico. Busco por toda la casa. No puede ser, ¡tiene que aparecer!

Lo oigo corretear por toda la casa, gruñendo y maldiciendo. Intento aguantar la risa desde mi escondite con el maletín a mis pies. No hay nada malo en jugar con la comida antes de comérsela, ¿no? Bueno, creo que va siendo hora de librarle de sus preocupaciones, de tanto trabajo, tantas responsabilidades de las que se quejan y son ellos mismos quienes se las imponen. No he visto ser más tonto que el humano en toda mi existencia.

Sigo buscando por debajo de los muebles, entre los cojines, en los bolsillos del abrigo... Nada. Y mi memoria me juega malas pasadas ignorando el simple gesto de recoger el maletín del suelo al llegar a mi parada. ¿O me lo estoy imaginando? Por el rabillo del ojo me parece ver algo brillar, me giro pensando que es el reflejo de una ventana pero lo que veo que se abalanza contra mí es un bulto con un cuchillo en alto.

Intento esquivarlo, le empujo, me defiendo con los puños que pronto empiezan a escocer y a sangrar. El filo del cuchillo tan sólo es una rápida estela brillante manchada de rojo oscuro. Forcejeamos pero con su pierna hace una llave que provoca mi caída. Está sobre mí, con todo su peso, y una rodilla me oprime el pecho. Me cuesta respirar pero sigo luchando. Con ambas manos le sujeto el puño que sostiene el cuchillo, a escasos centímetros de mi cara.

Pero no cuento con su otra mano. Asesta una puñalada en mi costado, y un dolor punzante recorre mi espalda. No sé de dónde ha salido el otro puñal. De forma macabra me lo enseña y lo arrastra por mi cara. Horrorizado contemplo que no es un puñal, es su propia mano, una garra metálica a modo de prótesis con forma cónica como una tuneladora. Y entonces miro sus ojos, ojos redondos, puntos brillantes, como LEDs, sin iris ni párpados. Y su piel, oculta bajo una capucha, parece brillante, como si fuese de metal... "¡¿Qué es esto?!", es el último pensamiento que recorre mi mente cuando su prótesis cónica atraviesa mi cráneo.

Comentarios

Edith ha dicho que…
Me gusta!!!
Me ha enganchado, ¿esto no tiene segunda parte o algo? jejeje
Erynus D'Alecto Graeme ha dicho que…
Es intenso, me gusta. Tal vez lo único que cambiaría es, en la parte del asesino, el referirse tan abiertamente a la raza humana en general. Si hiciera metonímia y se refiriera solo a su victima, aunque lo haga extensible a toda la raza humana, no nos oleríamos que es un robot alienigena mimetico.

Como pejiguería "volvio a" quedaria menjor como "volvio para" o da la impresion de que va a hacerlo de nuevo sin haberlo hecho antes. A no ser que tambien haya paradojas temporales. ;)

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