Plan de exterminio
Vuelvo a casa derrotado del trabajo, con la cabeza llena de quejas y de órdenes. Me va a estallar. Alzo la voz saludando a quien me espera como cada día, la única persona que me hace sentir bien, la que puede apaciguar las voces en mi cabeza, mi esposa María. Cierro la puerta y echo la llave. A través del gran ventanal que decora la pared norte del salón veo tan sólo la oscuridad de la noche. Las cortinas no están echadas. "Estará regando las plantas", pienso para mis adentros. Me acerco a la cristalera, intentando habituar mi vista a la negrura exterior. Comienzo a distinguir los tiestos de barro cuando algo me sobresalta, una sombra que pasa veloz de un extremo a otro. Busco el interruptor de la luz, que enciendo al mismo tiempo que un gato negro se abalanza contra el cristal. Retrocedo un paso, el cristal amortigua el ataque, y cuando el gato se recompone, salta al balcón de al lado. "Puto gato de los cojones", gruño con mal genio. Lo que me faltaba para aca