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Mostrando entradas de mayo, 2011

Sin billete de vuelta

Renfe Cercanías, desde hace 5 años, convoca un concurso de microrrelatos. Las bases son sencillas: no más de 99 palabras (incluído título) y temática sobre el viaje, el movimiento, el desplazamiento hacia otro lugar (o algo así). Este año ya tenía una idea bastante aproximada de qué escribir, pero bueno, por cosas de la vida, decidí escribir sobre otro tema: Abrió los ojos y miró en rededor, asustado. Un traqueteo repiqueteando bajo sus pies. Una ventanilla con una cortina cubriéndola. Un asiento verdoso azulado. Un pastor alemán en el asiento de su izquierda. “¿Nano?”, le llamó. El can le lamió la mano en respuesta, y entonces comprendió. Pensó en lo mucho que iba a añorar a su esposa, ahora viuda. Cada cual tiene su manera de sobreponerse a una tragedia, de sacar esa fortaleza que nos hace seguir para delante. Algunas tragedias no se superan nunca, pero se aprende a vivir con ellas, y son las pequeñas cosas las que ayudan a ello. 3 meses sin ti. Te echo de menos.

Madrid

Un día de verano, con ese calor que se te pega a la piel y te dificulta respirar. Cierran la maleta y suben al coche, en dirección a la estación. El tren como siempre, hasta arriba. Era Agosto, y el Sol caía sin piedad. El tren emprende la marcha con su característico ronroneo, una charla animada entre padre e hija, uno expectante por enseñar, la otra expectante por aprender. En las ventanas, los campos intercambiándose de color, del marrón al amarillo, del amarillo al verde, y más allá, los perfiles grisáceos de las montañas. Carreteras, caballos, casas de campo, puentes sobre ríos, la linda estación de Aranjuez, todo seguía igual que el verano anterior. Unas naves industriales, unas cocheras con el logotipo de Renfe (aquel azul y amarillo, ¿cómo olvidarlo?), y la niña se inquieta al ver en la lejanía la oscura silueta de los edificios que dan la bienvenida al viajero. No es su casa, no es su ciudad, ni siquiera nació allí, no tiene nada que la vincule, a excepción de su joven corazón

Parte XVIII

Comimos hablando todo lo que no habíamos hablado hasta el momento, acerca del insoportable calor que empezábamos a tener sobre todo, y yo le preguntaba más información acerca de la ciudad a la que nos aproximábamos. Me explicó que era una ciudad donde solía ser soleado sin importar la estación del año, tenía numerosas playas pero nada comparado con mi ciudad, donde las playas apenas eran una franja grisácea junto a los imponentes acantilados que conformaban toda la costa de la provincia. Ansiaba llegar para descubrir ese nuevo lugar, pero hablar de mi ciudad me hacía añorarla más de lo que nunca había imaginado. Pensé en Alan de pronto, al que tanto le había gustado la primera vez que la visitó. Recordé la última vez que lo vi, fue poco después del entierro de Chris, cuando Bree y yo volvimos a casa. Alan vino a recogernos al hotel para llevarnos al aeropuerto. Se intentaba hacer el fuerte conmigo, gastando sus típicas bromas e intentando en vano hacerme reír. Pero podía ver por la exp

Parte XVII

Desayunamos en el buffet del hotel, aunque yo me encontraba sin apetito alguno, a diferencia de mi hermana, que había hecho una selección de todo lo que había: zumo, fruta, cereales, yogurt, café, huevos, bacon , croissant... Se me revolvía el estómago nada más de verlo. Ella quería obligarme a coger algo más que un vaso de leche, ya que la noche anterior tampoco había probado bocado del sándwich que ella había traído. Pero tenía la garganta taponada, incluso la leche me sabía agria, mientras que Bree se la tomaba como si nada. Supuse que era cosa mía. Entonces se quedó callada, observándome mientras jugueteaba con la cucharilla del café, y automáticamente me puse a la defensiva. Era uno de esos silencios suyos previos a una pregunta incómoda para ambas. Finalmente me preguntó qué me había pasado anoche. No sabía muy bien si se refería al llanto repentino nada más entrar en la habitación, o al hecho de haberme pasado la noche en vela. Al ver que yo no respondía, me hizo saber que ella

Parte XVI

Aunque las cosas entre ellos no marchaban tan bien como parecía en mi mundo onírico. Monique, cada vez más disgustada porque su novio pasaba más tiempo conmigo que con ella, comenzó a reprochárselo sin ningún tapujo, tal y como pude comprobar un día cuando fui a su casa. Cuando me abrieron la puerta, Alan me saludó con una mano al mismo tiempo que andaba escuchando música en sus auriculares a bastante volumen. Luego adiviné que pretendía no oír los gritos de Monique , la cual estaba histérica, recriminándole a Chris que estaba demasiado unido a mí. Como cualquier mortal, fue escuchar mi nombre y no pude evitar seguir la discusión. Chris Y Monique se enzarzaron en una riña donde ella vociferaba una sarta de culpas hacia Chris a la vez que él se excusaba con múltiples alegaciones siempre a mi favor. Monique le rebatía todo el tiempo hasta que se cansó y salió por la puerta antes de que pudiera notar mi presencia. Yo me quedé en el sillón, acurrucada como quien espera un chaparrón, sintié

Parte XV

Luchar. Es lo más preciado que me había enseñado, y yo lo había rechazado cuando salté por aquel acantilado, me había rendido, le había defraudado. De pronto sentí tanta angustia que noté que me faltaba el aire, y me aferré a la barandilla del ascensor, viendo en los espejos que la chica del reflejo se ponía blanca por momentos. Bree, que estaba delante mía, se dio cuenta nada más salir del ascensor, giró para sacar la maleta y cuando vi mi rostro, rápidamente la soltó para asirme de los brazos por miedo a que me desmayara. Con los ojos llenos de preocupación y temor, me preguntó qué me sucedía. Yo me enderecé mostrándole que podía tenerme en pie por mí misma y le dije que no pasaba nada, a la vez que caminaba recto hacia el pasillo en busca de la habitación. Ella me seguía a medio metro por detrás, aún alerta, al más mínimo signo de desvanecimiento que tuviera, estaba segura que saltaría a por mí. Pero yo no podía borrar esos ojos aguamarina de mi mente, y tropezaba con cada mínima ar

Parte XIV

Cuando me desperté estaba sola en el coche, parado frente a un bar de carretera. Estaba lloviendo, por lo que supuse que no habíamos ido aún demasiado lejos de la ciudad. Me reincorporé quitándome de encima la manta con la que, supuse, Bree me había cubierto. Intenté ver a través de la lluvia y el gran ventanal que ocupaba la parte frontal del bar si ella estaba dentro. De pronto la puerta se abrió y ella abrió su paraguas. Llevaba algo en la mano. Yo bajé la ventanilla y le cogí los dos vasos de cartón y una bolsa de papel marrón. El aroma del café y de la bollería despertó mi apetito. Bree cerró el paraguas antes de introducirse en el coche y procuró no mojar los sillones cuando lo dejó en la parte trasera del automóvil. Se sacudió el pelo salpicándome unas cuantas gotas de agua helada, pero yo estaba concentrada absorbiendo el aroma de los brioches. Nos tomamos el café en silencio, disfrutando del calor que nos proporcionaba bajo aquel aguacero. Bree se terminó su café

Mis Mp3's

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Más de 100 cassettes que guardo como oro en paño, vinilos de tócame y no me mires, y más de 200 CD's, obviamente descubrir los mp3 para mí fue todo un hallazgo. Claro que levantándome cada día con ganas de escuchar un disco distinto, con el paso del tiempo me di cuenta de dos cosas. La primera, ningún mp3 aguantará para siempre el que cada día cambie de disco o de canción (y mucho menos si lo voy cambiando conforme avanza el día). Segundo, cuanto más capacidad, mejor. Y de ahí la evolución de mis pequeñas maquinitas, en las que no quiero ni pensar cuánto me he gastado ni mucho menos cuánto he perdido (y no económicamente) cuando se han roto. Comencemos: mp3 Elco PD-377-R5 (rosa. 512 Mb) No era concretamente el de la imagen que sigue, pero el aspecto es muy parecido: Mi primer mp3, tras unos cuantos años después de que mis hermanas, más pequeñas que yo, tuvieran sus respectivos mp3. El rosa chicle no recuerdo si fue regalo o compra, seguramente lo segundo. Recuerdo que tuve que esco

Parte XII y XIII

Y continúo con el relato.... Antes de lo esperado me dieron el alta, sin darme la oportunidad de despedirme de aquel suplicio de enfermera a la que al final le había cogido cierto afecto. Mis padres querían venir a recogerme, pero Bree insistió en ocuparse ella de mí. “Ya lo hablamos y estabais de acuerdo”, dijo a mis padres en voz baja mientras yo me cambiaba de ropa en el aseo de la habitación. ¿Hablar? ¿De qué habían hablado? ¿Y qué tenía que ver lo que habían hablado con el simple hecho de quién tuviera que llevarme a casa? Había algo que yo no sabía, y si estaba relacionado conmigo, yo tendría que ser la primera en saberlo, ¿no? Así que con los vaqueros por debajo del camisón salí del aseo y lo pregunté sin más dilaciones. Bree miró a mis padres, mis padres miraron a Bree y yo en medio, con los brazos cruzados esperando una respuesta. Mis padres se miraron entre sí dubitativos, y luego miraron a Bree quien les observaba del mismo modo que yo, esperando que dijeran algo.